EN LA CASA DEL PADRE
“En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis” (Jn. 14:2-3).
Sabemos por Juan 2:16 que la casa del Padre era el templo, el cual hoy es la iglesia, la casa de Dios. En la casa de Dios hay muchas moradas. La palabra que aquí se tradujo “moradas” es la forma sustantiva del verbo morar o permanecer. Todo miembro de la iglesia es una morada, una habitación, en la casa de Dios. El Señor indicó así a Sus discípulos que por Su muerte y resurrección Él les prepararía habitaciones.
El versículo 23 deja esto bien en claro pues allí se usa nuevamente la misma palabra moradas: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Si comparamos este versículo con el versículo 2 podemos ver con toda claridad que las moradas en la casa de Dios son aquellos que aman al Señor Jesús. Tenemos que interpretar la Biblia valiéndonos de la Biblia, no de acuerdo a nuestros conceptos tradicionales, religiosos o naturales. Aquellos que aman al Señor serán una morada para el Padre y para el Hijo.
Sabemos que la iglesia hoy es la casa del Padre, porque así se afirma en 1 Timoteo 3:15: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad”. Todos los que somos miembros de esta casa somos también las moradas en esta casa, la cual fue preparada por la muerte y resurrección de Cristo. El Señor experimentó la muerte y ahora, está en resurrección a fin de preparar a la iglesia. Así, Él eliminó todo obstáculo e hizo que las riquezas de la vida divina fuesen liberadas. Sin Su muerte y resurrección, nos habría sido imposible ser la iglesia, pues los pecados, la carne, la vieja creación, el mundo y el diablo, nos lo impedían. Pero por Su muerte y resurrección, Cristo quitó nuestros pecados, destruyó al diablo e hizo que la vida divina fuese liberada desde Su interior. Así, Él preparó a la iglesia, haciéndonos a todos nosotros moradas en la casa de Dios.
No debiéramos considerar la casa del Padre en Juan 14 como un lugar físico. Sí, es verdad que el Señor dijo que iba a preparar lugar para nosotros, pero este lugar no es algo carente de vida. Este lugar es, en realidad, una Persona viva. Esto resulta obvio si nos fijamos en los versículos 5 y 6, donde el Señor le dijo a Tomás que Él mismo era el camino a aquel lugar. Puesto que el camino a dicho lugar es una Persona, aquel lugar también debe ser una Persona viviente. El camino es una Persona viva, y este camino nos conduce a una Persona viva. Esta Persona viviente es la iglesia. ¿Sabían ustedes que la iglesia es el agrandamiento de Cristo? Cristo mismo es el camino vivo que nos conduce a la iglesia, la cual es Su agrandamiento. ¡La persona de Cristo es el camino que nos conduce al Cristo agrandado!
Indudablemente, lo que acabo de decirles contradice la manera tradicional de interpretar estos versículos. A mí se me enseñó que la casa del Padre está en los cielos, donde hay una calle de oro. El Señor Jesús fue a ese lugar para prepararnos una mansión celestial. Han pasado más de mil novecientos años y esa mansión todavía no ha sido completada. ¡Piensen cuán espléndida será esa mansión que después de tantos años el Señor todavía no ha podido completarla! Esto es lo que se me enseñó en la Asamblea de los hermanos. Yo creía en esto y daba gracias al Señor por la maravillosa mansión en la cual Él seguía laborando. Seguramente, todavía no estaba terminada porque Él prometió que regresaría y me llevaría allí una vez que dicha mansión estuviese lista; puesto que Él todavía no ha regresado, ¡seguramente Él sigue laborando en su preparación!
La mayoría de los maestros de la Biblia interpretan las palabras del Señor en el versículo 3: “Vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo”, como que se refieren a Su segunda venida. Pero en el versículo 18 el Señor nuevamente dijo: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros”, después de lo cual añade: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (vs. 19-20).
Después que el Señor, mediante Su muerte y resurrección, fue a preparar lugar para los creyentes, Él retornó a ellos en resurrección. Así pues, ¡Su ida era Su venida! Él regresó para entrar en Sus discípulos, al pasar por la muerte. “Voy, y vengo a vosotros” (v. 28). Esta venida no es Su segunda venida, sino Su venida en resurrección. Por un poco de tiempo, ellos le perdieron, pero ellos le contemplarían. Debido a que Él vivía, ellos también vivirían. En aquel día ellos sabrían que Él está en el Padre, ellos en Él y Él en ellos. “En aquel día” no se refiere al día de Su segunda venida, de otro modo, ¡nos habría dejado huérfanos! “Aquel día” vino después de tres días. En el día de la resurrección Él no nos llevó a los cielos, sino al Padre. El Padre era el lugar donde Él estaba y adonde prometió llevarnos (v. 3).
El concepto del Señor era que Él estaba en el Padre, pero nosotros no. Nosotros estábamos fuera. Él moriría para quitar nuestros pecados, para destruir al diablo, para que la vida del Padre fuese liberada y, después, en resurrección, Él nos introduciría en Su Padre de tal manera que nosotros también estuviéramos donde Él estaba.
Mediante Su muerte y resurrección, Él nos introdujo en el Dios Triuno. Para este Dios Triuno, nosotros somos las muchas moradas de la casa del Padre. ¡Ésta es la iglesia! La iglesia, pues, está implícita en Juan 14 de una manera maravillosa. La iglesia es nuestro hogar y, al mismo tiempo, nosotros somos las habitaciones (las moradas) en las que el Padre y el Hijo pueden morar.
Es probable que ustedes jamás hayan escuchado una interpretación así de Juan 14. Espero que no reciban mis palabras simplemente como una manera peculiar de entender estos versículos. Si ustedes se ciñen a la interpretación tradicional, destruirán estos cuatro capítulos. Considerar que estos versículos se refieren a una mansión física en los cielos es una interpretación muy baja y demasiado física. Tal interpretación es errónea. Juan 14 al 17 nos revela que nosotros, los redimidos, por la muerte y resurrección de Cristo fuimos llevados al interior del Dios Triuno. El pensamiento aquí es el Dios Triuno, no mansiones celestiales. Debido a que fuimos introducidos en Él, llegamos a ser el Cuerpo místico de Cristo, y como el Cuerpo místico de Cristo, la iglesia es la casa de Dios. En esta casa de Dios, que es el verdadero templo de Dios, hay muchas moradas. Cada uno de nosotros es una de estas moradas.
La iglesia es la casa del Padre. Por siglos se ha interpretado Juan 14:2 erróneamente. Cuando la casa del Padre es mencionada en Juan 2:16, los maestros de la Biblia no suelen vincularla con las mansiones celestiales. Todos ellos reconocen que la casa del Padre se refiere al templo sobre la tierra. ¿Por qué, entonces, piensan que la casa del Padre mencionada en Juan 14:2 se refiere al cielo? Es un principio reconocido de la interpretación bíblica que tenemos que entender la Biblia por la Biblia misma. La morada de Dios en esta era y en esta tierra es la iglesia.
Por tanto, la casa del Padre mencionada en Juan 14 se refiere a la iglesia. Nosotros, quienes fuimos regenerados, somos las moradas en esta casa.