Mensajes Espirituales_02

la vida y naturaleza de Dios debemos anhelar, vivir su vida y disfrutar de ella.

martes, 10 de agosto de 2010

LAS MUCHAS MORADAS


EN LA CASA DEL PADRE

“En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis” (Jn. 14:2-3).

Sabemos por Juan 2:16 que la casa del Padre era el templo, el cual hoy es la iglesia, la casa de Dios. En la casa de Dios hay muchas moradas. La palabra que aquí se tradujo “moradas” es la forma sustantiva del verbo morar o permanecer. Todo miembro de la iglesia es una morada, una habitación, en la casa de Dios. El Señor indicó así a Sus discípulos que por Su muerte y resurrección Él les prepararía habitaciones.

El versículo 23 deja esto bien en claro pues allí se usa nuevamente la misma palabra moradas: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Si comparamos este versículo con el versículo 2 podemos ver con toda claridad que las moradas en la casa de Dios son aquellos que aman al Señor Jesús. Tenemos que interpretar la Biblia valiéndonos de la Biblia, no de acuerdo a nuestros conceptos tradicionales, religiosos o naturales. Aquellos que aman al Señor serán una morada para el Padre y para el Hijo.

Sabemos que la iglesia hoy es la casa del Padre, porque así se afirma en 1 Timoteo 3:15: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad”. Todos los que somos miembros de esta casa somos también las moradas en esta casa, la cual fue preparada por la muerte y resurrección de Cristo. El Señor experimentó la muerte y ahora, está en resurrección a fin de preparar a la iglesia. Así, Él eliminó todo obstáculo e hizo que las riquezas de la vida divina fuesen liberadas. Sin Su muerte y resurrección, nos habría sido imposible ser la iglesia, pues los pecados, la carne, la vieja creación, el mundo y el diablo, nos lo impedían. Pero por Su muerte y resurrección, Cristo quitó nuestros pecados, destruyó al diablo e hizo que la vida divina fuese liberada desde Su interior. Así, Él preparó a la iglesia, haciéndonos a todos nosotros moradas en la casa de Dios.

No debiéramos considerar la casa del Padre en Juan 14 como un lugar físico. Sí, es verdad que el Señor dijo que iba a preparar lugar para nosotros, pero este lugar no es algo carente de vida. Este lugar es, en realidad, una Persona viva. Esto resulta obvio si nos fijamos en los versículos 5 y 6, donde el Señor le dijo a Tomás que Él mismo era el camino a aquel lugar. Puesto que el camino a dicho lugar es una Persona, aquel lugar también debe ser una Persona viviente. El camino es una Persona viva, y este camino nos conduce a una Persona viva. Esta Persona viviente es la iglesia. ¿Sabían ustedes que la iglesia es el agrandamiento de Cristo? Cristo mismo es el camino vivo que nos conduce a la iglesia, la cual es Su agrandamiento. ¡La persona de Cristo es el camino que nos conduce al Cristo agrandado!

Indudablemente, lo que acabo de decirles contradice la manera tradicional de interpretar estos versículos. A mí se me enseñó que la casa del Padre está en los cielos, donde hay una calle de oro. El Señor Jesús fue a ese lugar para prepararnos una mansión celestial. Han pasado más de mil novecientos años y esa mansión todavía no ha sido completada. ¡Piensen cuán espléndida será esa mansión que después de tantos años el Señor todavía no ha podido completarla! Esto es lo que se me enseñó en la Asamblea de los hermanos. Yo creía en esto y daba gracias al Señor por la maravillosa mansión en la cual Él seguía laborando. Seguramente, todavía no estaba terminada porque Él prometió que regresaría y me llevaría allí una vez que dicha mansión estuviese lista; puesto que Él todavía no ha regresado, ¡seguramente Él sigue laborando en su preparación!

La mayoría de los maestros de la Biblia interpretan las palabras del Señor en el versículo 3: “Vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo”, como que se refieren a Su segunda venida. Pero en el versículo 18 el Señor nuevamente dijo: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros”, después de lo cual añade: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (vs. 19-20).

Después que el Señor, mediante Su muerte y resurrección, fue a preparar lugar para los creyentes, Él retornó a ellos en resurrección. Así pues, ¡Su ida era Su venida! Él regresó para entrar en Sus discípulos, al pasar por la muerte. “Voy, y vengo a vosotros” (v. 28). Esta venida no es Su segunda venida, sino Su venida en resurrección. Por un poco de tiempo, ellos le perdieron, pero ellos le contemplarían. Debido a que Él vivía, ellos también vivirían. En aquel día ellos sabrían que Él está en el Padre, ellos en Él y Él en ellos. “En aquel día” no se refiere al día de Su segunda venida, de otro modo, ¡nos habría dejado huérfanos! “Aquel día” vino después de tres días. En el día de la resurrección Él no nos llevó a los cielos, sino al Padre. El Padre era el lugar donde Él estaba y adonde prometió llevarnos (v. 3).

El concepto del Señor era que Él estaba en el Padre, pero nosotros no. Nosotros estábamos fuera. Él moriría para quitar nuestros pecados, para destruir al diablo, para que la vida del Padre fuese liberada y, después, en resurrección, Él nos introduciría en Su Padre de tal manera que nosotros también estuviéramos donde Él estaba.

Mediante Su muerte y resurrección, Él nos introdujo en el Dios Triuno. Para este Dios Triuno, nosotros somos las muchas moradas de la casa del Padre. ¡Ésta es la iglesia! La iglesia, pues, está implícita en Juan 14 de una manera maravillosa. La iglesia es nuestro hogar y, al mismo tiempo, nosotros somos las habitaciones (las moradas) en las que el Padre y el Hijo pueden morar.

Es probable que ustedes jamás hayan escuchado una interpretación así de Juan 14. Espero que no reciban mis palabras simplemente como una manera peculiar de entender estos versículos. Si ustedes se ciñen a la interpretación tradicional, destruirán estos cuatro capítulos. Considerar que estos versículos se refieren a una mansión física en los cielos es una interpretación muy baja y demasiado física. Tal interpretación es errónea. Juan 14 al 17 nos revela que nosotros, los redimidos, por la muerte y resurrección de Cristo fuimos llevados al interior del Dios Triuno. El pensamiento aquí es el Dios Triuno, no mansiones celestiales. Debido a que fuimos introducidos en Él, llegamos a ser el Cuerpo místico de Cristo, y como el Cuerpo místico de Cristo, la iglesia es la casa de Dios. En esta casa de Dios, que es el verdadero templo de Dios, hay muchas moradas. Cada uno de nosotros es una de estas moradas.

La iglesia es la casa del Padre. Por siglos se ha interpretado Juan 14:2 erróneamente. Cuando la casa del Padre es mencionada en Juan 2:16, los maestros de la Biblia no suelen vincularla con las mansiones celestiales. Todos ellos reconocen que la casa del Padre se refiere al templo sobre la tierra. ¿Por qué, entonces, piensan que la casa del Padre mencionada en Juan 14:2 se refiere al cielo? Es un principio reconocido de la interpretación bíblica que tenemos que entender la Biblia por la Biblia misma. La morada de Dios en esta era y en esta tierra es la iglesia.

Por tanto, la casa del Padre mencionada en Juan 14 se refiere a la iglesia. Nosotros, quienes fuimos regenerados, somos las moradas en esta casa.

LOS MUCHOS GRANOS


“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn. 12:24). El Señor, por tanto, se comparó a un grano que cae en tierra y muere. El fruto resultante fue la iglesia. Con base en la tipología, sabemos que los muchos granos tienen como finalidad conformar un solo pan. Primero, Cristo estaba solo, pero después de Su muerte y resurrección muchos granos salieron. Al entremezclar estos granos para que formen un solo pan, fue producida la iglesia, como Cuerpo de Cristo.

Así pues, Juan 12 nuevamente da a entender que se habla de la iglesia. Ella es el Cuerpo de Cristo, el resultado de Su vida de resurrección.

REUNIR A LOS HIJOS DE DIOS


HACIENDO DE ELLOS UNA SOLA ENTIDAD

El sumo sacerdote Caifás profetizó que “os conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca” (Jn. 11:50). El significado real de esta profecía era que el Señor Jesús “había de morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (vs. 51-52). Estos versículos también hacen referencia a la iglesia. Mediante la muerte de este único Hombre, Dios podría reunir a todos Sus hijos que estaban dispersos. Ellos podrían ser reunidos en la iglesia.

Incluso hoy en día, los hijos de Dios se encuentran dispersos y divididos, pero mediante la muerte y resurrección de Cristo podemos ser reunidos. Cuanto más experimentamos la muerte y resurrección de Cristo, más nos reuniremos con otros para formar una sola entidad. Es lamentable que a tantos hijos de Dios les importe más las doctrinas y prácticas que experimentar la muerte de Cristo y disfrutar de Su resurrección.

Así pues, en Juan 11 se menciona de manera indirecta a la iglesia al hablarse de reunir —mediante la muerte y resurrección de Cristo— a los hijos de Dios que están dispersos.

EL REBAÑO


EL REBAÑO

“También tengo otras ovejas que no son de este redil; es preciso que las guíe también, y oirán Mi voz; y habrá un solo rebaño, y un solo Pastor” (Jn. 10:16). El rebaño es la totalidad de las ovejas. El pueblo de Dios es Su rebaño. El Señor Jesús dijo que además de las ovejas que estaban en el redil judío, Él tenía otras ovejas, y que Él reuniría a todas Sus ovejas en un solo rebaño.

El redil es un cercado en el cual las ovejas son guardadas a fin de protegerlas de los peligros y las inclemencias del clima. De noche, durante las tormentas o en el invierno, cuando el pastor no estaba con las ovejas, éstas tenían que permanecer en el redil. Antes que Cristo viniera a los judíos como su Pastor, ellos estuvieron guardados en el redil de la religión, resguardados del frío durante el tiempo oscuro en que Él estuvo ausente. Ahora el Señor había venido a reunir a Su rebaño y conducirlo fuera del redil. Además de aquellas ovejas mantenidas bajo la vigilancia de la ley, este único Pastor tenía otras ovejas, las cuales eran los gentiles que creerían. Todas ellas tenían que ser reunidas con los judíos a fin de formar un solo rebaño. Este único rebaño es la iglesia.

Además de hablarnos de este único rebaño, Juan 10 nos dice también que Cristo vino para que tuviésemos vida y para que la tengamos “en abundancia” (v. 10). La vida que el Señor puso a nuestra disposición está directamente relacionada con la iglesia. La vida y el rebaño se juntan en este capítulo. Cuanto más disfrutamos de la vida de Cristo, más anhelamos estar con el rebaño. Si no tenemos interés en la vida divina ni experimentamos el crecimiento de esta vida en nosotros, tampoco nos importará la vida de iglesia. Pero cuando recibimos la vida de parte de Cristo y ésta crece en nosotros de tal modo que la tenemos en abundancia, también surgirá en nuestro ser el anhelo por la vida de iglesia. Nos sentimos como ovejas que han sido dispersadas y nuestro anhelo es ser reunidos en un solo rebaño. Por tanto, Juan 10, un capítulo que nos habla de la vida, también hace alusión a la iglesia, el único rebaño.

miércoles, 20 de agosto de 2008

NUEVO PACTO


¿QUE ES UN PACTO?
Todos sabemos que la Biblia es la Palabra de Dios. La Palabra de Dios nos revela que la gracia contiene tres cosas: promesas, hechos y pactos. También mandamientos, enseñanzas, leyes y declaraciones. Pero en lo que se refiere a su Palabra, la gracia consta de las tres primeras. Veamos el siguiente diagrama:
Para saber qué es un pacto necesitamos conocer la diferencia que existe entre una promesa y un hecho consumado. También necesitamos saber qué tienen en común estos dos. Después de conocer lo que significa un pacto, comprenderemos lo que es el nuevo pacto. La Palabra de Dios tiene dos aspectos: uno es la confianza que deposita en el hombre, y el otro es la responsabilidad que le da.
¿QUE ES LA GRACIA?
La gracia es lo que Dios nos da sin que se lo pidamos. Si Dios requiere algo de nosotros, esto lleva consigo enseñanzas, mandamientos, leyes, entre otras cosas. Esto no es la gracia. La gracia está presente cuando Dios nos da algo, desea darnos algo o hace algo por nosotros. La Palabra de Dios define la gracia en tres aspectos: (1) Las promesas que Dios nos da, (2) los hechos que El realizó para nosotros y (3) los pactos que El establece con nosotros, los cuales llevará a cabo
A. Las promesas de Dios
Una promesa es muy diferente a un hecho. También existen diferencias entre una promesa, un hecho y un pacto. Una promesa se relaciona con el futuro, y un hecho, con el pasado. Una promesa es algo que se realizará en el futuro, mientras que un hecho es algo efectuado. Una promesa es lo que Dios hará por el hombre, mientras que un hecho es lo que ya hizo por él. Una promesa es condicional; en cambio un hecho es lo que Dios lleva a cabo por su misericordia. El sabe que no tenemos ni el poder ni la capacidad para seguir adelante, y por eso mediante la Biblia nos prometió cumplir tales promesas, las cuales llegan a ser hechos aun antes de llevarlos a cabo.
Permítanme darles un ejemplo que muestra la diferencia que existe entre una promesa y un hecho. Supongamos que usted es muy pobre. Un amigo suyo, al ver su situación, le dice que en tres días le enviará a un sirviente que le entregará mil dólares. ¿Qué es esto? Esto es una promesa. ¿Qué es entonces un hecho? El hecho consiste en que su amigo, al ver su pobreza, deposita la cantidad de dinero en una cuenta bancaria a nombre suyo, para que en el momento en que usted necesite el dinero, pueda usarlo. Este es un hecho. Una promesa es algo que se hará en el futuro, mientras que un hecho es algo que ya se cumplió, una acción que no requiere que uno le añada nada. En la Biblia podemos encontrar muchos ejemplos de estas dos palabras. Hay millares de promesas en la Biblia, y también muchos hechos. Si Dios dice que hará algo, y lo cumple, ésa es una promesa cumplida, y si dice que hizo algo, esto es un hecho. Las promesas de Dios tienen condiciones. Cuando nosotros cumplimos las condiciones, recibimos las promesas. Pero los hechos de Dios ya se realizaron; no es necesario cumplir ninguna condición; lo único que nos queda por hacer es creer en el hecho.
“Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra” (Ef. 6:2-3). Dios nos promete que nos irá bien y que viviremos una largos años sobre la tierra. ¿Significa esto que a todos les irá bien y que todos tendrán larga vida sobre la tierra? No. Esta promesa es sólo para aquellos que honran a sus padres. Como podemos ver, hay una condición. La mayoría de las promesas tienen condiciones. A Dios le place que a los hombres les vaya bien y que tengan larga vida; sin embargo, no a todos les va bien, ni todos viven largo tiempo porque no todos cumplen las condiciones. Si usted no cumple la condición, no recibirá esta promesa. La Biblia contiene algunas promesas que tienen condiciones y otras que no. Es posible que no se cumpla una promesa condicional. Con esto no digo que Dios no sea fiel, sino que para recibir el cumplimiento de la promesa uno tiene que cumplir la condición.
“Bendito sea Jehová, que ha dado paz a su pueblo Israel, conforme a todo lo que él había dicho; ninguna palabra de todas sus promesas que expresó por Moisés su siervo, ha faltado” (1 R. 8:56).
En 2 Crónicas dice: “Confírmese pues, ahora, oh Jehová Dios, tu palabra dada a David mi padre...” (2 Cr. 1:9).
Otro versículo dice lo siguiente: “Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo” (Nm. 14:34). Según el idioma original, la expresión “micastigo” se puede traducir: “que olvidé mi promesa”.
En Romanos leemos: “Porque no por medio de la ley fue hecha a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por medio de la justicia de la fe. Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa” (Ro. 4:13-14). Este versículo dice que si un hombre guarda la ley, existe la posibilidad de que la promesa se anule.
Y en Hebreos dice: “Y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron la promesa” (He. 11:39).
Con base en estos versículos, podemos ver muchos principios relacionados con las promesas. (1) Una promesa requiere que uno ruegue a Dios que la cumpla; también requiere oración y petición para que ésta se haga realidad en uno. No sólo vemos esto en la Biblia, sino también en nuestra experiencia. Un creyente no recibe las promesas de Dios si no ora. (2) Una promesa no sólo requiere que pidamos a Dios que se realice, sino que también debemos cumplir con las condiciones requeridas. Si no se cumplen las condiciones, la promesa se anula. ¿Por qué razón los dos millones de israelitas que salieron de Egipto no pudieron entrar a Canaán? y ¿por qué sólo después de muchos años entraron sólo dos israelitas vivos (Josué y Caleb) y dos israelitas muertos (Jacob y José)? Dios los dejó vagar por el desierto durante cuarenta años, debido a que le desobedecieron en Cades-barnea. Esto demuestra que Dios anuló Su promesa. Sobre esta base, vemos que una promesa requiere oración. Si no somos fieles a la promesa y no cumplimos las condiciones, dicha promesa queda sin efecto. Dios cumple Su promesa cuando las condiciones son satisfechas. (3) No sólo el pecado puede anular las promesas de Dios. En Romanos 4 dice que cuando actuamos con nuestra energía natural e independientes de Dios, la promesa se anula. (4) Existe otro grupo de personas que aunque han orado y no han pecado ni han hecho nada apoyados en su energía natural ni aparte de Dios, y no hacen otra cosa que procurar el bien o guardar la ley, ellos aún permanecen sin recibir la promesa. Esto se debe a que su tiempo aún no ha llegado. Ellos tienen que esperar algún tiempo hasta recibir la promesa.
¿Cómo se cumple en nosotros la promesa de Dios? Cada vez que encontramos una promesa en la Palabra de Dios, debemos dedicar cierto tiempo orando hasta que el Espíritu de Dios se incremente en nuestro interior, y tengamos la profunda convicción de que tal promesa es para nosotros. Cuando una promesa no tiene condiciones, podemos recibirla de inmediato valiéndonos de nuestra fe considerándola nuestra, creyendo que Dios obrará según lo prometido. Puesto que El lo prometió, lo cumplirá. El cumplirá en nosotros lo que prometió. Entonces podremos alabarle y agradecerle, basados en esta fe. Si una promesa tiene una condición, tenemos que cumplirla, obedecerla y proceder según lo requerido. Después debemos acudir a Dios en oración y pedirle que cumpla Su promesa en nosotros, por Su fidelidad y Su justicia. Debemos orar hasta que la fe inunde nuestro ser. Cuando esto suceda, no necesitaremos orar más, pues sabremos que Dios escuchó nuestra oración, y por esto lo alabamos y le damos gracias. Pronto veremos que todas las promesas de Dios se cumplen en nosotros.Extraido de lsm watchman nee (nuevo pacto)
CRISTO ES DIOS AMEN...

martes, 10 de junio de 2008

Hijos Maduros


Hijos maduros Efesios 1:5 nos dice que fuimos predestinados para la filiación (VR). No obstante, una cosa es cierta: para recibirla es necesario crecer en vida. El término "filiación" en la Biblia se refiere a la "posición" de un hijo maduro, la condición de un hijo adulto, o el derecho de los hijos en su etapa de madurez. Es decir, se refiere a aquellos que calificaron para obtener la herencia porque crecieron en vida. Antes de la fundación del mundo ya habíamos sido marcados para crecer en vida y alcanzar la madurez. La vida de la iglesia es el ambiente ideal para esto. No sólo fuimos elegidos, también fuimos predestinados para esta plena filiación. Aunque Pedro no haya hablado de esta manera a los cristianos judíos, sin duda todos eran hijos y necesitaban alcanzar la plena filiación. Los que fueron regenerados están destinados para una esperanza viva (1 P 1:3), que se refiere a reinar con el Señor en el reino milenario y a ser la Nueva Jerusalén por la eternidad. En este mismo contexto, en 2 P 1:5-7 leemos: "Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor". Estos textos nos muestran que el inicio de nuestra vida cristiana comienza con la fe y se desarrolla por medio de la búsqueda hasta que lleguemos a la última etapa, que es el amor ágape, el amor de Dios. Al llegar a esta condición ya estaremos aptos para obtener la herencia. Además, 1 Pedro 1:4 continua: "Para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros". Esta palabra fue dirigida a los judíos salvos, elegidos, que por medio del Espíritu habían recibido la vida divina. De esta manera fueron santificados y llegaron a tener una esperanza viva. Esta esperanza es algo que se espera recibir, y no es algo que ya se obtuvo. Además, no se trata sólo de una esperanza, sino de una esperanza viva, una esperanza incorruptible, sin mancha, inmarcesible, es decir, que no se marchita, reservada en los cielos. No es una herencia terrenal, como en el caso de Abraham, sino que es algo que está reservado en los cielos. El Señor nos eligió y preparó todo esto para nosotros, los que creímos. Gracias al Señor, porque fuimos predestinamos para Él, a fin de ganar la primogenitura.Punto Clave: Crecer en vida para obtener la herencia Pregunta: ¿Cuál es el verdadero sentido de la palabra "filiación"?
CRISTO ES DIOS AMEN...